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Amistades de amistades

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Imagen tomada de la página web: http://slodive.com/inspiration/best-friend-pictures/ A veces uno tiene amistades de las que se aleja por diversos motivos. La distancia puede jugar un papel muy importante. Aunque vivan en el mismo país, la rutina y las nuevas obligaciones de la vida adulta (ish)  llevan a una separación inevitable. Sin embargo, el cariño y la preocupación por el otro siguen allí, muy presentes. Las reuniones son ocasionales, pero distanciadas. Otras veces pasan cosas que nos molestan, y terminamos por decidir que esa relación ya no está siendo positiva en nuestra vida. Vamos cambiando, madurando y dándonos cuenta de que simplemente ya no se congenia. En esos momentos hay que dejar ir. Tomar lo que aprendimos y lo que nos sirvió, y no volver atrás. Pero hay ocasiones en las que tal vez no estamos preparados para aceptar esa amistad. La rechazamos y damos muchas excusas por las cuales nos debemos alejar. Es como si no estuvieramos listos para dejarnos querer y g

Cosas de mujeres

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Imagen de la página web: http://www.vintag.es/2012/02/gop-women-party-hard-1941.html Recuerdo como si fuera ayer, cuando acompañaba a mi madre a sus reuniones con amigas. Yo me quedaba allí, con ojos y oídos abiertos, tratando de descifrar lo que significaba ser mujer. Sentada en un rincón, yo me sentía parte de ese mundo femenino. El de las adultas que hablan de los problemas cotidianos. Las fiestas de tupperware, tan de moda en aquellos tiempos, me causaban fascinación. Se reunían todas en la sala de la anfitriona, emocionadas por comprar los trastes plásticos más lindos. Yo los veía, y también los quería todos, imaginando los muchos usos que les daría en el colegio. Hoy en día conozco mujeres que preferirían perder un brazo antes que un tupper. Las pláticas también eran emocionantes. Escuchaba con atención, sin interrumpir. La mayoría de las veces, giraban alrededor de los problemas hogareños (del dinero, de la crianza de los hijos, etc). Sin embargo, muchas de estas con

La esquina

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Si esa esquina pudiera hablar, contaría sobre las veces que allí nos llevaba mi abuelo. De aquellas tardes en las que, tomados de la mano, nos conducía a aquel lugar. Sabíamos que él siempre se sentaba sobre la banqueta. Allí se quedaba observándonos, mientras mi hermano jugaba con un carrito, y yo cortaba las flores cercanas y se las entregaba, para que hiciera con ellas un hermoso arreglo que decoraría la mesa de la abuela. Aquella esquina, tan minúscula e insignificante, era un lugar enorme que se transformaba a diario. Un día era una cocina, la reposadera era la mesa y allí cocinábamos deliciosos pasteles de tierra. Otras, se convertía en una pista de carreras, y el que ganaba se llevaba el abrazo del abuelo, quien con paciencia, se hacía partícipe de nuestros juegos. A veces, era una tienda, ahora la reposadera era el mostrador, y nuestro cliente preferido nos pagaba con chocas que guardábamos para ir a comprar dulces de miel de verdad. Poco a poco dejamos de ir. Fuimos crec

La tía Lula

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En este post quiero recordar a mi querida tía, quien lastimosamente nos dejó a finales del año pasado. No quiero escribir sobre lo mal y lo tristes que nos sentimos por su deceso. Quiero más bien honrarla, y recordar todas esas cosas maravillosas que hacían de la Tía Lula (apodada así cariñosamente por mi primo Sebastián), un ser único que llevaremos por siempre en nuestro recuerdo. La Tía Lula decidió a temprana edad que no tendría una pareja sentimental. Por distintos motivos perdió su confianza en el sexo opuesto, y decidió dedicarse en cuerpo y alma a la familia que ya poseía. Cuidó de mis tíos y mi madre (4 en total), no solo como hermana mayor, sino como una madre sustituta. Se aseguraba de que no les faltara nada, y sobre todo, de que estudiaran. Desde muy pequeña empezó a trabajar, viendo las dificultades que su madre pasaba para proveerles lo necesario. Ella no descansaba nunca, y cuando no estaba trabajando, estaba ayudando en su casa. Esto la hizo madurar muy pronto, al

Inalcanzable

Mi padre ha sido siempre una figura inalcanzable para mí. Él es un hombre inteligente, muy culto, dice lo que debe decir y cuando debe decirlo, y no se deja de nadie. Todo lo que hace lo hace bien, o al menos intenta hacerlo, y siempre con rectitud y honestidad. Ha cosechado muchos triunfos, y lo ha hecho a base de trabajo duro y esfuerzo.  Siempre ha sido la imagen de lo que quisiera ser pero que no logro alcanzar. Intento seguir sus pasos pero se me hace casi imposible, pues me siento a una distancia de años luz a comparación de él. Mi madre dice que tenemos muchas cosas en común, y aunque no me guste aceptarlo, eso es un cumplido muy grande para mí. Pero a pesar de eso, de las características similares que tenemos, no es suficiente. Hace falta más que un buen sentido del humor y un dedo gordo distintivo para parecerme a él.  Pero hoy lo sentí un poco más cerca, un poco más alcanzable. Estaba revisando un viejo folder y me encontré con dos notas de calificación de CALUSAC. La pri

El canto de las pericas

Me encanta escuchar a las pericas pasar volando, LIBRES. La verdad es que odio verlas enjauladas, tan hermosas y coloridas como solo ellas, pero sin libertad. Lo extraño es que nunca logro verlas. Al escucharlas pasar volando salgo a buscarlas a la ventana, pero no aparecen por ningún lugar. Llego a pensar que talvés me lo estoy imaginando. Pero hoy me hizo muy feliz lograr por fin verlas. Aunque a la distancia no se distinguen sus bellos colores, el sonido es inconfundible (ese canto estridente sin ton ni son). Me puse a pensar en la injusticia de las jaulas, en el drama de ser capturadas cuando piensan que todo está bien. ¿Por qué los humanos creemos que tenemos derecho sobre todo lo que nos rodea?

¿Qué sería de mí sin tí?

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Tengo un lapicero que es mi compañero de viaje. Anda conmigo siempre y no me gusta sentirlo lejos de mí. Es pequeño y morado con una punta que se retrae cuando mi cabeza ha dejado de enviarme nuevas ideas para escribir. Hace poco me vi en una situación comprometedora. Debía decidir si quería prestarlo a un completo extraño, un extraño que no conocía mi relación con ese lapicero, ni lo poco que me gusta alejarme de él. Espere hasta el último momento, reservando mi posesión, rogando que alguien más diera el suyo y así poder guardar mi secreto. Pero eso no sucedió. Lo entregué con el dolor de mi corazón. Pasé momentos angustiosos, pensando lo poco que sabían de él y de su tendencia a retraerse. Pensé que ya no volvería a verlo, incluso comencé a hacer nuevos planes por si eso ocurría. Desde lo lejos lo buscaba, buscaba las manos inexpertas que lo sostenían pero no podía encontrarlas. Lo reconocí al final y sonreí. Sentí un alivio inmenso cuando se me acercaron y me preguntaron, ¿esto es